miércoles, 30 de mayo de 2012

Embarazo y Tabaco


Durante el embarazo, la mujer gestante está creando una nueva vida y es ella quien acaba decidiendo si fuma o deja el tabaco. Sin embargo, tiene que pensar muy seriamente que esa decisión no sólo le afecta a ella y a quienes le rodean, sino que puede comprometer gravemente la salud de su futuro hijo que depende por completo de lo que la madre haga. El primer fumador pasivo es su propio hijo.

Al feto le llega todo lo que la madre toma. Obtiene el oxígeno y los nutrientes necesarios a través de la placenta y el cordón umbilical. Si la madre fuma, el feto estará expuesto a las toxinas (sustancias venenosas) presentes en el humo del tabaco.

¿Qué cambios produce el tabaco en el organismo?

Al fumar, parte del oxígeno de la sangre es reemplazado por monóxido de carbono. Si la futura madre continúa fumando, su sangre y la del feto tendrán un nivel de oxígeno por debajo del normal.

Las partículas del humo del tabaco contienen diversas sustancias tóxicas que modifican la capacidad de la sangre para realizar su función de una manera adecuada y normal. Esto puede afectar a la placenta, por la que se alimenta su futuro hijo.

Dejar de fumar vale la pena, para ti y para tu bebé

Las fumadoras embarazadas encienden una media de 13 cigarrillos al día. Si se suman, a lo largo del embarazo se expone al bebé a las sustancias nocivas de 3.640 cigarrillos. Al fumar un cigarrillo estás inhalando más de 4.700 sustancias nocivas.

Cuando la embarazada deja de fumar, la recompensa se siente al poco tiempo.

Transcurridos unos 20 minutos, baja el pulso y la presión sanguínea. El contenido de monóxido de carbono en el organismo se reduce a las ocho horas y 24 horas después ya remite el riesgo de infarto. 

El humo del tabaco perjudica más a los bebés nonatos que a los adultos

Dejar de fumar también protege a tu hijo de un parto prematuro. Uno de cada siete hijos de madre fumadora llega al mundo antes de tiempo. De hecho, el 15 por ciento de los partos prematuros se deben al consumo de tabaco durante el embarazo.
Fumar también incrementa el riesgo de hemorragia y aborto. Además hace que la embarazada se note más cansada y practique menos deporte.

Además, dejar de fumar disminuye el riesgo de la muerte súbita del lactante, de abortos espontáneos y el riesgo de hemorragia. Una embarazada que fuma más de 20 cigarrillos al día corre el doble de riesgo de que el bebé fallezca por un desprendimiento de la placenta que una no fumadora.

El centro oncológico de Heidelberg, en Alemania, señala que el 25 por ciento de los niños que nacen muertos y el 20 por ciento de los casos de muerte súbita se podrían evitar si la embarazada dejara el tabaco antes de la semana 16 de gestación

Dejar de fumar evita problemas de pulmón. El humo del tabaco dificulta el desarrollo de los pulmones del feto. Sus funciones disminuyen cuando la mamá fuma, un problema que persiste después del nacimiento.

Los niños expuestos al tabaco sufren más enfermedades agudas y crónicas de las vías respiratorias, asma, alergias y otitis que los niños de padres no fumadores.

En cuanto a las malformaciones congénitas, estudios recientes han demostrado que fumar durante el embarazo incrementa el riesgo de labio leporino y paladar hendido en el bebé cuando la madre tiene una predisposición genética a trasmitirlo. Además, los hijos de madres que fumaron durante el embarazo tienen un riesgo mayor de padecer en el futuro ciertos tipos de cáncer, como los de riñones y vejiga.

Dejar de fumar reduce las posibilidades de que el niño desarrolle adicciones en el futuro. Los niños de madres fumadoras tienen más receptores de nicotina en el cerebro, lo que les convierte en más susceptibles de ser fumadores cuando llegan a la adolescencia y prueban el tabaco por curiosidad.


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